Por Francisco González Romo
A las Elishas de Aquelarre, en especial a una.
Cuando en el blanco vientre de su madre Baal creció,
el cielo era ya tan grande y quieto y pálido,
joven y desnudo y monstruosamente maravilloso,
como Baal lo amaba entonces cuando Baal llegó.
…
Mientras Baal se pudría en el oscuro seno de la tierra,
el cielo seguía siendo tan grande y quieto y pálido,
joven y desnudo y monstruosamente maravilloso
como Baal lo amó antes, cuando Baal era.
-Bertolt Brecht-.
L@s Cartagineses fueron un pueblo que por poco destruye al imperio Romano en un par de ocasiones. Fue fundado por una mujer, Elisha, quien huyó con su riqueza a las costas del norte de África para fundar “la nueva ciudad”; Qart Hadasht. Ella pretendió comprar un pedazo de terreno tan grande como lo que podía cubrir una piel de buey, por lo que los africanos aceptaron su proposición inmediatamente. Elisha, astuta, hizo cortar la piel en tiras tan finas que rodeó una gran cantidad de terreno. Maxitani, rey de los Africanos, pidió a Elisha en matrimonio, ante lo cual, ella preparó un fuego, inmoló numerosas víctimas y cayó en las llamas.
La principal deidad de Cártago era Baal, quien después de crear dos grandes armas; Yagrush, el cincel, y Aymur, el mazo, fue al encuentro de Yam con aire resuelto y lo despojó de su poder sobre l@s demás dioses. Poder que había adquirido cuando el padre de tod@s, El, decidió equivocadamente situar a Yam, el dios del río, por encima de l@s demás. Yam se deleitó en ello y se convirtió en un tirano que imponía su voluntad a costa de cualquier cosa. Baal fue el único dios que tuvo el coraje de enfrentar a Yam.
Ese fue uno de los pocos legados que nos dejó ese pueblo que cometió el error de ser Grande mientras Roma también lo era; dos pilares de dignidad, que elevaban la grandeza del espíritu de las personas que formaban parte de esa comunidad; la inteligencia y el empeño de Elisha y el coraje y el ansia de justicia de Baal, fueron los ejes de la conducta de l@s cartagineses. Esta cultura, lamentablemente, decayó debido a la tendencia de conquistar otros pueblos, poder y riqueza desmedida, por parte de las castas elevadas, como lo narra Flaubert en Zalambó, así como por la gran invasión romana; “Cártago debe ser destruida”, gritó Catón en el senado romano, y la ciudad nueva ardió.
El día de hoy, ya a miles de años y kilómetros de distancia, después de la tremenda represión sufrida por el magisterio durante el fin de semana pasado, propinada por el gobierno federal, podría decirse que las condiciones de México no son tan distintas; pueblo situado al sur de un imperio en decadencia, que se prepara para defenderse como los gatos, patas pa’rriba. La diferencia es que no hemos encontrado el principio y el fin de esos pilares que habrán de sostenernos ante la batalla que se avecina: el ejército nacional ya no es tal, sino que pasó formalmente a obedecer las órdenes precisas del pentágono (Ver Campo de Guerra, Anagrama 2014), mientras que ciegamente el resto Estado (con Peña a la cabeza) acepta el Transpacífico y las “Reformas Estructurales” y autoriza la venta de litorales a extranjeros y abre la explotación de hidrocarburos a la iniciativa privada, siendo éstas últimas intereses de lo que se denomina “seguridad nacional”. Además amenaza, como asegura Alfredo Jalife, con privatizar los mantos acuíferos y la distribución del agua, dejando en manos de los banqueros el manejo de este vital líquido.
¿Cómo le podemos llamar a esto?
Ante los hechos de Oaxaca, expreso mi total apoyo y solidaridad al pueblo, la ciudadanía, las masa, la banda, l@s compas o como le quieran llamar, que se atrevieron a alzar la voz y los puños en contra de ésta invasión y de éste despojo. Y digo: bienvenida sea la silenciosa resistencia.
Lo que queda, es reflexionar el por qué de la provocación continua del “gobierno federal”, el cómo habrá de ser la resistencia y el con quiénes habrá de darse. Senda tarea.
La muerte y la resurrección de los pueblos no la marcan los relojes l@s poderosos, sino los hombres y las mujeres que codo a codo, en la diaria resistencia, aprenden a vivir.