Por Francisco González Romo.
Últimamente, han surgido iniciativas e invitaciones púbicas a lo que sería la conformación de resistencias civiles pacíficas contra los atropellos orquestados por el capital y el Estado, vasallo del mismo. Sobre todo, sin duda todas las iniciativas e invitaciones tienen como objeto formar La Gran Resistencia para enfrentar las acciones que comienzan ya a vislumbrarse y que llevarán a cabo los Gobiernos federal y estatales, de la mano de los otros dos poderes y en franca obediencia a las depredadoras trasnacionales; las de atacar a la población en general y llegar, si es necesario, a ejercer la coerción física y hasta la masacre como soluciones al singular problema del rechazo persistente que mantendrán los pueblos contra el más cruel de los despojos: el del el territorio y los recursos naturales.
Carlos Fazio, en artículo en tono indignado publicado en La Jornada nacional (4/7/16), nos sugiere que el ejemplo de represión sufrido por los pobladores de Nochixtlán, Oaxaca durante el mes pasado, es la antesala de lo que habrá de ser la batalla entre los pueblos y las corporaciones trasnacionales. Los primeros promoviendo la defensa de sus territorios y su vivencia, y las segundas buscando el pleno control de los mismo para aplicar el saqueo, apoyadas, sin duda, por el Estado que promueve la ideología del crecimiento económico y utiliza el pretexto del “interés nacional” del desarrollo para crear las Zonas Económicas Especiales (ZEE).
“Como muestra el caso palestino -nos comenta el articulista-, la ocupación colonial de la modernidad contemporánea es un encadenamiento de poderes múltiples: disciplinar, biopolítico y necropolítico. La combinación de esos tres poderes ha comenzado a desplegarse contra poblaciones en territorios de las ZEE. Las tecnologías de la destrucción de ésta forma de gubernamentalidad consiste en inscribir los cuerpos -poblaciones enteras- en el orden de la economía máxima, representada por la masacre.” Podríamos decir, junto con el comité invisible, que gobernar no es más entablas diálogos, sino que es conducir las conductas de la población; considerar y modelar sus deseos, sus modos de hacer y de pensar, sus costumbres, sus miedos, sus disposiciones, su medio. Es desplegar todo un aparato de tácticas discursivas, policiacas, militares, materiales, con una fina atención a las emociones populares; es actuar a fin de prevenir el motín y la sedición.
¿El gobernador electo, Alejandro Tello, sabrá esto?, ¿estará dispuesto a escucharlo y a aceptarlo?, ¿sus valores de “buena persona” lo llevarán a enfrentarse a esta política de exclusiones impuesta a y desde la federación o será incapaz de hacerlo?
Recordemos que Zacatecas se encuentra dentro de las ZEE y que la megaminería es su bastión; ¿qué haremos l@s pobladores ante esto? ¿Exigir y ejercer participación ciudadana?
Uno de los mayores problemas -si no es que el mayor- inherentes al Estado, es que está diseñado para que sea manejado por la “tecnocracia”, por “los que saben”, siendo que la inmensa mayoría de la población no sabemos cómo hacerlo. Así, surge entre la burocracia estatal y la gente una barrera que va desde el vestido, el habla, hasta los lugares donde se habita y se pasea, alejándose así las realidades puntuales de cada sector. Es por esto que, desde mi punto de vista y aunque en algún momento los defendí, es imposible el ejercicio de los mecanismos de participación ciudadana como el referéndum, el plebiscito, la iniciativa popular o el presupuesto participativo. Tomando esto como una verdad, ¿vale la pena aportar por estos mecanismos? ¿De qué manera podríamos solucionar los problemas a los que a diario nos enfrentamos?
Entrando al tema de la educación, creo que ni l@s maestr@s que luchan por la abrogación de la reforma educativa, ni l@s universitari@s, ni los técnic@s, hemos sabido masificar una llamadas “cultura política” que nos capacite, como sociedad, para ejercer las funciones públicas estatales o para utilizar los mecanismos de participación ciudadana. Pero lo más preocupante es que en todas las escuelas, de cualquier tipo, lo que sí se ha logrado es mantener y transmitir el status quo capitalista. Este es un proceso muy difícil de corregir o revertir. Es tan así, que el reto para tod@s se vuelve enorme y desesperanzador.
Creo que la solución está en primer lugar y con un compromiso y un esfuerzo individuales, en masificar la cultura para desligarla del poder. Esto implica abandonar las maneras que tiene la escuela tradicional de “enseñar”. En segundo lugar, creo que debemos convencernos que la democratización de la cultura no debe darse para enseñarnos a lo que se dice que es gobernar, sino para enseñarnos a gobernarnos para así poder vivir felices y satisfechos.
Me refiero a que no es lo mismo gobernarnos por nosotros que gobernarnos para nosotros. Es decir, no es lo mismo tomar decisiones que nos permitan “tomar” lo que sirve y al tiempo armar una nueva serie de institucionalidades al margen del poder, que poner en marcha mecanismos controlados y reglamentados desde el poder y por la tecnocracia (como el voto y los de participación ciudadana).
Pero no se escamen, pequeños ejercicios son la primera etapa; un gran viaje siempre comienza con el primer paso.