Comedores comunitarios cambiaron nuestras vidas, dicen michoacanos a Rosario Robles
Los comedores comunitarios cambiaron nuestra vida. Nuestros hijos se iban sin desayunar a la escuela y así se estaban hasta que salían; ahora salen de la casa, pasan al comedor, desayunan y se van a la escuela con la panza llena, y eso nos hace felices a todos, dice María Taurina Madrigal Manzo a la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles Berlanga, durante su visita al comedor de San Antonio de la Labor.
Es un gran compromiso social, prosigue, pero también una gran satisfacción ver que las niñas, los niños y los adultos mayores están más felices porque pueden comer bien.
María Taurina es jefa de Tenencia en esta localidad y de esta forma sintetiza ante la titular de la Sedesol el impacto que la Cruzada Nacional Contra el Hambre ha tenido en la región de tierra caliente, como aquí, en San Antonio de la Labor, una comunidad ubicada a ocho kilómetros de Apatzingán, que para los lugareños significa trabajo, dedicación y entrega.
Por eso, cuenta Taurina, nada les costó a los vecinos agarrar la propuesta de la Sedesol de poner un Comedor Comunitario en la calle Lázaro Cárdenas 208, donde desde hace mes y medio se atiende diariamente a 120 personas con desayunos y comidas.
La secretaria de Desarrollo Social recordó que el 23 de enero, el gobierno de la República se comprometió a instalar 400 comedores comunitarios en la región de tierra caliente y en la meseta purépecha, para atender a más de 40 mil personas, compromiso que tiene un avance del 83.5 por ciento, lo que habla de la voluntad para mejorar las condiciones de vida de las familias michoacanas.
Frente al comedor pintado de color verde pistache, azul cielo y amarillo crema, la funcionaria federal escucha a Taurina, quien le narra cómo trabajan cinco equipos para ofrecer mejor alimentación a niñas, niños, mujeres embarazadas y adultos mayores.
“Lo bueno de que esta Cruzada sea manejada por la gente de la comunidad, es que sabemos quiénes en verdad necesitan los alimentos, quiénes tienen necesidad y no tienen dinero. A ellos se les ofrece comida con mucho gusto y sin costo».
La titular de la Sedesol es rodeada por decenas de vecinos que visten sus mejores ropas para la ocasión. Las mujeres hablan con ella, quien responde a sus preguntas y les propone avanzar en los huertos familiares y comunitarios para que produzcan sus propios alimentos, pero les pidió que no sea solamente en San Antonio de La Labor, «donde se ve que la gente es muy trabajadora», sino en los 33 comedores instalados en Apatzingán, con el propósito de que la gente coma mejor, pero también que pueda fortalecerse el tejido social a través del encuentro y la convivencia.
El sol quema y obliga a buscar una sombra. En esta comunidad, donde la temperatura rebasa los 30 grados Celsius, viven más de mil personas en casas sencillas con techos de concreto o de palma, la mayoría pequeños agricultores y jornaleros que se dedican al corte del limón.
La secretaria Robles Berlanga se mete hasta la cocina del comedor comunitario, donde resalta la organización que tienen Ma. Guadalupe Valencia Hernández, jefa del comedor, y sus compañeras Mayra, Josefina, Paola y Angélica.
«El apoyo de la Sedesol ha sido importante para todos nosotros: los niños, antes de ir a la escuela “Gregorio Torres Quintero”, pasan y desayunan. Ahora todos se van a clases con la panza llena…», comenta emocionada Valencia Hernández.
De eso se trata, le responde la titular de la Sedesol, “de demostrar que si nos organizamos, como lo hacen ustedes en este comedor comunitario, juntos podemos derrotar el mito de que los más vulnerables, los que menos tienen, no son capaces de salir adelante por su propio esfuerzo.»
Valencia Hernández le cuenta que lo que mantiene unida a la gente es el compromiso social y el deseo de ayudar a los demás, como es el caso de Don Chucho, a quien ahora todos ya ven muy repuesto, después de tantas penas que ha pasado en la vida.
Lo que nos interesa mucho son los grupos desprotegidos -cuenta Valencia Hernández-; hay personas ancianas que no tienen quien los alimente, y ahora ya solucionaron su problema. Fíjese, Don Jesús Moreno tiene 75 años y ya hasta cachetón lo ve la gente; él está solito; tiene una hija, pero no vive con él, y todos nos damos cuenta de que ya vive mejor.
Al comedor también vienen 15 mujeres embarazadas, y eso es muy bueno porque están alimentándose y alimentando a sus bebés para que nazcan sanos y fuertes.
El desayuno de este jueves consistió en atole de avena, frijol, huevo y sopa de pasta, y así lo cuentan Ángel Eduardo y Christian, German, de 5, 4 y 3 años, respectivamente, nietos de Angélica Ángeles Carrillo Carrillo, quienes buscan una sombra para seguir jugando con sus dos pelotas rojas y una naranja que sostienen con sus manos.
Debajo de una palapa, los menores charlan con Rosario Robles, quien les pregunta que quieren ser de grandes. Guadalupe, desde su silla de ruedas, le responde que quiere ser doctora; otros dos dicen que maestros.La titular de la Sedesol les dice que coman bien y sigan estudiando, porque esa es la base para que puedan cumplir sus anhelos.
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