EN HOMENAJE A PEDRO VEGA
Ser torero es mucho más que enfrentarse al toro…
Es, fundamentalmente, plantarse ante la existencia para citar a los retos de frente, entregar en ello el alma, hacer de este ejercicio una comunión permanente de sentimientos y entender qué es la intensidad de la existencia, no la duración de esta, la que finalmente imprime la huella del hombre en su paso por la vida.
Aquí frente a nosotros, en la plaza donde acarició tardes el triunfo como aficionado práctico, ese que al tacto tiene textura de pelo de toro, yacen los restos de un hombre, pero vive indemne el alma de un torero, que hoy baja desde el palco de la suprema autoridad para sumar una vuelta al ruedo… Y es que hay espíritus tan grandes, que son capaces de desbordar cielo y tierra.
Porque lo irremediable de la llegada del tercio final, jamás hará olvidarla gallardía de una faena, rendimos homenaje a Pedro Vega Rábago, por su vida, por su hacer, pero, sobre todo, por su ser.
La verdadera inmortalidad se alcanza cuando el recuerdo de una persona se inscribe en el corazón de los demás.
Si la muerte es el olvido, Pedro vive para siempre.
¡Olé, torero!
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