LA FALTA DE IDENTIDAD EN LOS TIEMPOS DE LA 4T
Por: Octavio HERNÁNDEZ
La falta de identidad así como la carencia de proyectos a largo plazo que contemplen un crecimiento integral que privilegie y esté encaminado al beneficio de los habitantes del país, es una constante que se arrastra desde hace mucho tiempo.
Pareciera ser que la característica principal de los últimos gobernantes, es la preocupación por dejar un legado que desde sus orígenes es caduco, que por trascender por emprender reformas con sentido de justicia, certeros y con impacto.
En la actualidad la clase política no ha entendido que para transformar un país no basta con la mano derecha o con la mano izquierda, se requiere de un trabajo en el que se involucren las capacidades y particularidades de cada una de ellas, el hecho de labrar una tierra con una sola de las manos, es una tarea titánica (mas no imposible) de realizar.
La falta de identidad en las instituciones, lejos de marcar un sello particular en cada gobierno entrante, genera confusión y da lugar a que los usuarios de los servicios de las dependencias públicas, evoquen el nombre que en algún momento llevó dicha institución y deje de lado el nuevo nombre, cuando por fin asocia que un nombre y otro, llega un nuevo gobierno.
Estamos inmersos en un gobierno plagado de ocurrencias presidenciales que rayan en disparates, con atisbos de un gobierno improvisado, caracterizado por las buenas intenciones y por la escasa capacidad de gobernar efectivamente, un gobierno ocupado en tener contenta que no es lo mismo que satisfecha; a una base.
Tenemos un gobierno omiso de lo que contemplan las leyes, el cual ejecuta obras sin contar con estudios previos, ya ni que decir de un proyecto ejecutivo, no se cuenta con las autorizaciones correspondientes de los entes que resguardan el patrimonio natural y cultural, lo que me conduce a recordar aquella frase, “Al diablo con las instituciones”. ¿Cómo podemos ser gobernados por alguien que desprecia las instituciones?
Se invierte esfuerzo, talento humano y dinero en cambiar de nombre a lo que ya existe, en lugar de otorgar mayores certezas jurídicas que conduzcan a la imparcialidad, eficacia y eficiencia.
Pareciera que lo de hoy, es cíclico, ya que en 2001 se pretendió cambiar el rostro desprestigiado y maltrecho de la Policía Judicial Federal y por decreto darle el nuevo rostro bajo el nombre de la Agencia Federal de Investigación, se intentaba erradicar lo mismo de lo que se queja el actual Titular del Ejecutivo Federal, no se pueden seguir buscando culpables, es más productivo encontrar a personas que se quieran hacer responsables del cambio, para quejarse de la situación en que se vive, se puede ir al psicólogo o quizá hasta un grupo de AA y tarde que temprano uno u otro, conducirán a la maduración e invariablemente se asumirá con responsabilidad lo que se hace, tomar con madurez lo que se vive para finalmente entender que los problemas solamente se heredan cuando los desconoces y eres menos que un espectador pasivo.
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