Por: Salvador del Hoyo

El pasado miércoles, 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer), pudimos apreciar una de las marchas feministas más poderosas de la historia. Más de 10 mil mujeres se manifestaron por las calles de la ciudad.

Fue muy impresionante y emotivo observar como niñas, jóvenes, madres de familia, acompañadas de sus hijos e hijas, y mujeres de todas las edades participaron en una manifestación muy necesaria.

Ante el abandono del estado mexicano, que ha permitido que sigan siendo víctimas de acoso, violencia, vejaciones de todo tipo, desapariciones y feminicidios, resonaron sus gritos por todos los estados del país. ¡Exigen justicia!

En Zacatecas no fue la excepción.

Han sido violentadas tanto, que la fuerza de sus voces, exigiendo respeto y protección, las sentimos con profundidad. Todos tenemos mujeres muy cerca de nosotros y ellas representan lo mejor de nuestras familias.

Es verdad, jóvenes encapuchadas rompieron vidrios de comercios; pintarrajearon monumentos coloniales y  quemaron la puerta principal y varias ventanas del Palacio de Gobierno, y se enfrentaron con mujeres policías. El motivo, la falta de respeto hacia ellas.

A quienes marcharon en la Ciudad de México, el presidente López Obrador, no las bajó de conservadoras y manipuladas por la derecha. Nunca ha mostrado empatía hacia ellas. Su discurso de confrontación las enardeció mucho más. Su palacio fue fortificado de una manera exagerada.

Fue un 8 de marzo diferente, por la gran fortaleza que demostraron las mujeres zacatecanas, quienes se unieron en una sola voz, pidiendo que las autoridades, de una vez por todas, hagan algo por ellas.

Exigen que cesen el machismo, los abusos, los ataques y la misoginia, que tanto daño les han provocado.

Ante las críticas por haber provocado destrozos, señalaron que pueden ser más violentas, si no las respetan. El mensaje quedó muy claro.