LOS NUEVOS MERCADITOS
Por Francisco González Romo
El año pasado, entre la molestia por la “remodelación” de Plaza de Armas y la posibilidad de asistir a una serie de conferencias realizadas en la Unidad Académica de Estudios del Desarrollo, “surgió de mi ronco pecho” una colaboración que llamé: “La Lucha por lo Común”; en ella desarrollé el tema del paisaje urbano como eso; como un medio de desenvolvimiento común a todas las personas, que necesitamos defender del despojo y el crecimiento económico. En esa colaboración me comprometí, conmigo mismo, a escribir sobre lo que el holandés Jan Douwe van der Ploeg, en Estudios del Desarrollo, había llamado los nuevos mercados o mercados huevo y a tomar en cuenta algunas experiencias que se viven en nuestro país.
En su conferencia, el profesor holandés demostró cómo se comenzaron a lograr pequeñas nuevas economías al mismo tiempo que el territorio se recuperaba por las personas: en varios países europeos logró encontrar grupos de ocho a diez cooperativas que lograban competir con cadenas de tiendas departamentales. En nuestro entorno yo imagino diez cooperativas que compitan con OXXOS y EXTRAS. Esto, por sí, no es una salida al capitalismo; la salida se encuentra en los intercambios de productos que se hacen entre cooperativas, los cuales se basan principalmente en el trueque. Las cooperativas no pueden salir del todo del mercado y obtienen productos y servicios de las tiendas departamentales e, incluso, venden productos a estas tiendas y, por supuesto, a consumidores particulares. Pero la fabulosa maquinaria que empieza a ponerse en marcha dentro y entre las cooperativas, es una pequeña muestra de lo que podría ser el comienzo de una sociedad distinta desde abajo. Además, el territorio comienza a vivirse de una manera muy distinta, porque comienza a “saber” a autonomía; cuestión que nunca entenderían quienes jamás se hayan acercado a vivir estas experiencias.
Yuriria Iturriaga, articulista de La Jornada nacional, publicó el año pasado un muy buen artículo que llamó: “De la inexorable globalización”; en él, la autora nos anima al asegurar que no hay por qué inclinarnos con resignación ante el sistema neoliberal “que ha llevado al desastre humanitario y planetario actual y que amenazan acrecentarse con resultados inimaginables.” La autora, en breves líneas, logra desmenuzar la época en la que vivimos cuando dice que “la globalización actúa como medio y fin de la concentración de la producción y de la distribución, que va arrebatando el control de los pueblos para convertirlos en simples consumidores.” (Lo que Illich denomina la Teoría de la Escasez: mientras más crecimiento económico haya, mayor escasez de satisfactores de necesidades y de medios de subsistencia.) La autora nos dice que la “globalización es un proceso mediante el cual se van apropiando unos consorcios de todos o casi todos los satisfactores, y particularmente de los alimentos y bebidas que la humanidad necesita” y propone como salida el “Intercambio, (que) ha sido y es donde aún existe un fenómeno de reciprocidad donde lo trocado tiene dos características: a) provenir de la vocación histórica y del medio natural de un grupo humano y b) ser equivalente en el trabajo socialmente necesario para producir objetos de intercambio, origen de los mercados que existieron en la mayor parte de la historia de la humanidad, que aún existen en ciertas zonas marginales y que se quieren recuperar en zonas rurales de países ricos. No en un movimiento regresivo, sino por un progreso en el devenir humano.”
En San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el 21 de marzo del año pasado, se inauguró “El Cambalache”. “El Cambalache surge de la inquietud de compañeras de poner en práctica una economía distinta a la impuesta por el sistema capitalista, reconociendo que solamente a través de la colectividad se podrá realizar este sueño.” Las compañeras proponen que en un ambiente fuera de racismo, sexismo y cualquier otro tipo de violencia sistémica, se haga un cambalache=trueque=intercambio. “Proponemos cambalachear cosas materiales y alimentos – pero no sólo eso- sino también saberes, múltiples habilidades y experiencias y todo aquello que como seres humanos podamos compartir con quien lo necesite. Disminuyendo con la dependencia al dinero y al consumo voraz, fortaleciendo redes de intercambio solidario que permitan abrir canales de vinculación con las otras y los otros para juntxs desarmar al capitalismo.” L@s cambalacher@s proponen tres tipos de intercambio: a) el dando y dando, b) el quiero y necesito: ir al “Cambalache”, llevar algo que quieras intercambiar, y “checar” la lista de productos y servicios, saberes, alimentos o ayuda mutua que requieras; y solicitarlo, y c) por las puras ganas de compartir.
Como puede verse hay cómo salir del atolladero. Sé de otras experiencias exitosas, alrededor del mundo, que dan cuenta de todo esto. En Zacatecas, hace más de dos años se comenzó con un proyecto llamado “Cooperativa l@s de Abajo”, el cual nos llevó, a través de discusiones teóricas y la práctica, a comprometernos en lograr algo más profundo. Ahora, la cooperativa se transformó en el “Comedor Cultural Lxs de Abajo”, ubicado en la Calle Genaro Codina del centro de la capital zacatecana; proyecto que necesita su ayuda y que pretende ser tan grande como lo arriba descrito.