TRIANGULANDO INFORMACIONES
Por Francisco González Romo
El año pasado se puso en marcha en nuestro país un enorme, y sin precedentes, proyecto: entregar gratuitamente televisores digitales a la población adscrita a alguno de los once programas de la Secretaría de Desarrollo Social. Así, millones de personas en nuestro país dejaron de “sufrir” las consecuencias del apagón analógico reciente, dado que de otro modo hubieran quedado en el mayor de los desamparos al ser privadas de las “enriquecedoras” programaciones de Televisa y TV Azteca.
Más que el pago de algún compromiso económico de alto nivel, la cruzada digitalizadora de los hogares mexicanos, desde mi punto de vista, obedece a lo que Ignacio Ramonet llama El Imperio de la Vigilancia (La Jornada 6/02/16); y, tiene que ver también en gran medida (según mis inclinaciones a creer en las conspiraciones y ese tipo de cosas) con la implementación del sistema de justicia penal acusatorio en nuestro país. Esto se constata si hacemos caso a la información brindada por Sergio González Rodríguez en Campo de Guerra (Anagrama 2014), en el cual menciona que la implementación de los llamados “juicios orales” es la última etapa de la oleada ideologizante norteamericana hacia nuestro país, con la cual se logra mercantilizar la justicia; a la que nos brindó Eugenio Zaffaroni, tratadista de derecho penal que, desde los años cincuenta del siglo pasado insistía en que existe la intención del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica de militarizar América Latina e imponer su sistema de justicia penal; en la práctica, a lo que se nos enseña en las escuelas de derecho, en las Procuradurías de Justicia de los Estados y en los Poderes Judiciales: el nuevo procedimiento penal permite que se despresuricen las cárceles, porque, como decía mi profesor de derecho procesal penal en la UAZ, quien por cierto labora como Juez Penal: ¿para qué queremos las cárceles llenas de delincuentes?
Paso a explicarme: sabemos que cada mensaje electrónico que enviamos (en Facebook, en WhatsApp, a través de las cuentas de correo, etc.) es analizado, es clasificado y es enviado a alguna base de datos, ya sea de empresas o de gobiernos. Las tarjetas de crédito y las tarjetas de fidelidad que con gusto entregan las empresas e instituciones bancarias, permiten analizar el perfil de los consumidores. Los teléfonos inteligentes permiten saber en dónde y con quien nos encontramos. Las cámaras de seguridad que instalan los Estados so pretexto de controlar los altos niveles de inseguridad (que, por cierto, ellos mismos propician), sin que con ello aumente la seguridad de los habitantes, sirven como parte de una vasta red de espionaje global: en Londres, un ciudadano puede ser grabado diariamente unas trescientas veces al día, debido al sistema de video vigilancia instalado en esa ciudad. Y, ahora resulta que los televisores graban las programaciones preferidas por los usuarios, las reproducciones en cualquier formato y, hasta tienen un micrófono que graba las conversaciones de los televidentes. Contienen también sensores que graban la velocidad de los movimientos de los espectadores.
El Sub comandante Marcos (ahora Galeano), sostiene en su tesis de la Cuarta Guerra Mundial, que los de arriba hacen la guerra contra los de abajo: “La concepción que da fundamento a la globalización es lo que nosotros llamamos «neoliberalismo», una nueva religión que va a permitir que el proceso se lleve a cabo. Con esta Cuarta Guerra Mundial, otra vez, se conquistan territorios, se destruyen enemigos y se administra la conquista de estos territorios. El problema es qué territorios se conquistan y reorganizan y quién es el enemigo. Puesto que el enemigo anterior ha desaparecido, nosotros decimos que ahora el enemigo es la humanidad. La Cuarta Guerra Mundial está destruyendo a la humanidad en la medida en que la globalización es una universalización del mercado, y todo lo humano que se oponga a la lógica del mercado es un enemigo y debe ser destruido. En este sentido todos somos el enemigo a vencer: indígenas, no indígenas, observadores de los derechos humanos, maestros, intelectuales, artistas. Cualquiera que se crea libre y no lo está.” Sergio González (citado arriba), asegura que para lograr la hegemonía cultural, el proyecto globalizador tiene presente que habrá de haber violencia, pero no hacia el sistema mismo, sino entre quienes pretenden hacer un cambio insurreccional y quienes pretenden hacerlo por la “vía pacífica”, a través de la conquista del Estado, de la participación en Asociaciones Civiles y ONG’s, etc.; es decir, la masacre será entre nosotr@s.
“En la película de Michael Radford, 1984, basada en la novela de Orwell –dice Ignacio Ramonet- el presidente supremo, llamado Big Brother, define así su doctrina: La guerra no tiene por objetivo ser ganada, su objetivo es continuar, y la guerra la hacen los dirigentes contra sus propios ciudadanos y tiene por objeto mantener intacta la estructura misma de la sociedad. Dos principios que, extrañamente, hoy están presentes a la orden del día en nuestras sociedades contemporáneas. Con el pretexto de tratar de proteger al conjunto de la sociedad, las autoridades ven en cada ciudadano un potencial delincuente.”
Así, el panóptico, el ojo que todo lo ve, se transporta a todas partes, a los mismos hogares, para tener todo vigilado, todo bajo control, instalándose así un régimen securitario al que Ramonet llama sociedad de control. Históricamente, según Glenn Greenwald, esa sensación de control y vigilancia total, es suficiente por sí misma para reprimir las disidencias. Una sociedad consciente de estar permanentemente vigilada se vuelve enseguida dócil y timorata.
De esta manera ya no es necesario mantener a las personas consideradas antisociales, marginales, rebeldes o enemigas encerradas en prisiones, reformatorios, manicomios, asilos; los sospechosos (o sea todas las personas) estamos libres pero vigilados.
Dice Ramonet que el margen de progreso en materia de sumisión es todavía considerable; dicen los anarquistas que hay quien sabe de sus cadenas pero las ama.
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